PROFESIONES DE LOS VECINOS DE LA VILLA DE
LAGUNA DE CAMEROS EN EL SIGLO XVIII.
Vamos en este post a tratar de conocer, siquiera someramente, en que se empleaban los habitantes de la villa de Laguna de Cameros a mediados del siglo XVIII. Y para ello, nada mejor que hacerlo de la mano de un documento singular y extraordinario, el Catastro de Ensenada.
El Catastro de Ensenada, fue el primer intento de la Monarquía Hispánica de racionalización del complejo e injusto sistema tributario castellano para adaptarlo a la nuevas corrientes ilustradas. Y digo intento, porque a pesar de que el Catastro se realizó entre 1749 y 1756, la implantación de la Única Contribución, efecto último deseado, no se llevó a cabo, debido fundamentalmente a las limitaciones técnicas de la época, a la complejidad administrativa necesaria para ponerla en marcha y a las luchas políticas internas, además de a las presiones realizadas en contra por los dos estamentos privilegiados de la sociedad del Antiguo Régimen, la Nobleza y la Iglesia.
Aunque el proyecto de sustitución de las complejas Rentas Provinciales por una Única Contribución, para que todos los ciudadanos independientemente de su clase social contribuyeran “a proporción de lo que cada uno tiene, con equidad y justicia", no se pudiera llevar a efecto, ha quedado un volumen ingente de documentación que podemos consultar on-line en la web del Archivo Histórico Provincial de La Rioja, y que puede servirnos para conocer diversos aspectos de la realidad social, tributaria, política, económica, etnográfica, sociológica, demográfica, etc. de cualquiera de las localidades que se catastraron en lo que hoy conocemos como Comunidad Autónoma de La Rioja, entonces dentro de las provincias de Burgos y Soria.
Entre toda esa documentación que nos ha legado el tiempo, están lo que entonces se denominaron Respuestas Generales y que no fueron sino las contestaciones a un Interrogatorio de cuarenta y una preguntas, a las que debían responder encargados municipales reunidos en ayuntamiento, bajo juramento.
Pues bien, en este texto, vamos a abordar las respuestas a las preguntas treinta y una, treinta y dos, treinta y tres y treinta y cuatro del Interrogatorio, las cuales nos darán las claves para conocer una parte, siquiera mínima, de esa realidad de la que hablábamos más arriba. Pregunta treinta y uno: “Si hay algún cambista, mercader de por mayor o quien beneficie su caudal por mano de corredor, u otra persona, con lucro, e interés…”. Pregunta treinta y dos: “Si en el pueblo hay algún tendero de paños, ropas de oro, plata y seda, lienzos, especería u otras mercadurías, médicos, cirujanos, boticarios, escrivanos, arrieros, etc.”. Pregunta treinta y tres: “Qué ocupaciones de artes mecánicos hay en el pueblo, con distinción, como albañiles, canteros, albeytares, herreros, sogueros, zapateros, sastres, perayres, texedores, sombrereros, manguiteros y uanteros, etc. explicando en cada oficio de los que huviere el número que haya de maestros, oficiales y aprendices…”. Y pregunta treinta y cuatro: “Si hay entre los artistas alguno, que teniendo caudal, haga prevención de materiales correspondientes a su propio oficio o a otros, para vender a los demás o hiciere algún otro comercio o entrasse en arrendamientos…”.
Según nos cuenta el escribano, el concejo respondió: “que an reconocido con exactitud y puntualidad quantos yndividuos contiene esta población, el oficio, comercio, yndustria y negociación de cada uno y considerando por ynteligencia práctica e ynformes verídicos que sobre ello an adquirido de personas de conciencia e ynteligencia respecto de tener ya declarado la taverna, mesón, tienda, panaderia y carnizeria, considerando lo podrán ejecutar con más conocimiento con cada yndibiduo y separación de clases y oficios pasan a hazerlo…”.
Nosotros vamos a resumir en la siguiente lista, las diferentes profesiones y el número de individuos que las llevaban a cabo:
Un médico conducido por la villa, esto es, un médico que también acudía a los pueblos circunvecinos en el ejercicio de su profesión. Este artista “ejercía el arte o ciencia que se empleaba en excogitar y aplicar remedios para conservar la salud en el cuerpo humano”.
Un cirujano, que también ejercía en los pueblos próximos. La cirugía era ayer como hoy “la ciencia de curar heridas y llagas, abrir tumores, cauterizar y cortar las partes del cuerpo que necesitaban de esta curación”, eso sí, entonces con algo menos de glamour.
Un boticario, que lo mismo que los dos profesionales anteriores, era conducido por la villa a los lugares contiguos. Se encargaba de la preparación y venta de los “remedios y ungüentos utilizados para sanar los males”.
Un escribano de ayuntamiento, es decir, el oficial municipal que tenía por oficio público y autoridad real “el ejercicio de la pluma y la fabricación de escrituras”.
Un maestro de escuela, que a la vez ejercía de notario apostólico y organista. La actividad escolar en el medio rural durante el Antiguo Régimen y hasta bien entrado el siglo XIX se concretaba fundamentalmente en la existencia de escuelas de Primeras Letras, instituciones muy ligadas a la comunidad de vecinos, sostenidas las más de las veces con dineros municipales y particulares (padres de los alumnos), de funcionamiento esporádico en función de los recursos y de la cantidad de labores agrarias, y con una gran disparidad de criterios en cuanto a su funcionamiento, regulación y formación del profesorado, y sin arreglo a normas estatales. El notario apostólico actuaba en causas eclesiásticas y ámbitos religiosos. En cuanto a la profesión de organista hay que recordar que ésta se ha mantenido en la villa hasta mediados del siglo XX, siendo los dos últimos Hilario Rodríguez y Pablo Antonio Rodríguez, “El Chiflao”, padre e hijo respectivamente, naturales de Villoslada y avecindados en Laguna.
Un sacristán a tiempo parcial, porque era “mixto labrador”, dado que también trabajaba la tierra.
Un campanero, que además de ejercitar el toque de campanas se ocupaba en la carpintería y labores de campo.
Un mesonero, el cual se ocupaba además del mantenimiento del “peso y medida de la villa”, actuando como “fiel medidor”, esto es, como garante en las compras al por menor que se verificaban en la población. También se ocupaba a tiempo parcial de su labranza.
Dos herreros, padre e hijo, que “labraban y pulían el hierro”, empleados en hacer herraduras para caballos y mulas, así como los aperos necesarios para las labores de campo. Así mismo eran también conducidos por la villa.
Un tendero, que vendía mercaderías y otras especies por menor. Ejercía así mismo de aguardentero, tabernero y estanquero. En cuanto a las tres primeras profesiones no vamos a comentar nada por quedar autodefinidas, pero veamos que era el estanco. Se llamaba así al “asiento que se hace para acotar la venta de las mercancías y otros géneros vendibles, poniendo tasa y precio a que fixamente se hayan de vender, y embarazando que otros puedan tratar y contratar en los géneros que uno toma por su cuenta, y por cuyos derechos y rentas hace escritura y obligación: como sucede en el tabaco, naipes, nieve y otras especies y géneros: y así se dice del que hace semejante postura y asiento, que estanca, o hace estanco de tal o tal cosa...”. Y por extensión también “se llama vulgarmente el sitio, parage o casa donde se venden los géneros y mercadurías que están estancadas: como estanco del tabaco, estanco de los naipes, etc”.
Un nevero. Tenía a su cargo el “avasto” de la nieve desde el “pozo de nieve” de Altázarre hasta la villa. El hielo obtenido de estas “neveras” se utilizaba para enfriar alimentos, preservar productos perecederos, así como para preparar bebidas frías y helados. Era utilizado también por los galenos para el tratamiento de algunas dolencias.
Cuatro sastres. Dos de trabajo a tiempo parcial, que compaginaban la sastrería con su labranza y los otros dos con dedicación plena a la confección de prendas.
Dos zapateros de viejo, que sólo “se encargaban del remiendo de los zapatos viejos o gastados” y no de la “obra nueva”.
Dos albéitares “que curaban las enfermedades de las bestias conforme a arte”, esto es el veterinario de hoy. Uno era el maestro y el otro el oficial. Eran conducidos también por la villa y compatibilizaban ese trabajo con el de herrador.
Diez vecinos entre maestros, oficiales y aprendices que trabajaban como carpinteros, canteros y albañiles.
Un alfarero trabajando en su alfar. Hoy, aún quedan algunos restos en el barrio Fuentecampos, de un horno de cocción de piezas de barro que fue utilizado en la primera mitad del siglo pasado. En Laguna estos fabricantes eran conocidos también como “puchereros”.
Un cortador, oficial de la carnicería, y dos obligados, que eran los encargados del abasto de las carnes para ella.
Un panadero. Aunque no lo dice explícitamente el Catastro, debemos pensar que además de la tahona pública, en muchas casas habría un horno de pan familiar, como los que aún quedan en el pueblo.
Un ventero en la venta de Codes. Aquella que pudo quemarse junto con la ermita aneja en 1601, y en la que la tradición oral dice que el matrimonio de venteros cometieron un filicidio por codicia.
Dos guardas de cabras. Tres guardas de cerdos. Hoy quedan restos de unas paredes de piedra en un barranco del hayedo de Montemayor, lugar que llaman “el zaburdón”, probablemente porque a la pocilga en que se encierran los puercos, se le llama zahurda. Dos guardas de vacuno, uno para el ganado boyal utilizado para la labranza y el otro para la guarda de las vacas de los vecinos del pueblo.
Cinco molineros, que se repartían entre los dos molinos harineros de una piedra cada uno que había en el término, “… los que muelen del arroio que vaja de las sierras ymediatas a unirse con el rio de Leza, cuio nazimiento lo tiene dentro de la jurisdizión...”. Y por lo que nos cuenta la comisión en sus repuestas, ya entonces escaseaba el agua porque dice que el molino“… sólo muele quatro meses, en el discurso de él, por falta de agua…”.
Catorce pastores mayorales. El pastor mayoral era el jefe principal de los pastores, y se encargaba del gobierno de una cabaña de ganado. Ochenta y cinco pastores de por año y temporeros. Ocurría que muchos labradores, fabricantes de paños, mayorales y ganaderos trashumantes, compatibilizaban sus trabajos con el de trajinante, dedicándose al comercio. Pluriempleados de antaño, vamos. Así lo cuenta el escribano de la comisión que responde al Interrogatorio: “Que ai vecinos en este pueblo, labradores mixtos, fabricantes, maiorales y ganaderos trasumantes, que se ocupan asimismo en el trajino y comercio de paños que sacan de la fábrica de esta villa y compran de otras para llevar a vender y comerziar en el Andaluzía y otras Provincias y Reynos en que se mantienen yndistintamente algunos meses. Que allí tratan y comercian con otros jeneros llevando sus cavallerias propias que tienen para sus labranzas y alquilando otras dando algunos jeneros al fiado, teniendo que volver a sus cobranzas…”.
Nueve bataneros y percheros. El batán era una “machina que consta de unos mazos de madera mui gruesos, que mueve una rueda con la violencia y corriente del agua, los quales suben y baxan alternadamente, y con los golpes que dan al tiempo de caer aprietan los paños, ablandan las pieles, y hacen el efecto que se necesita para semejantes obrages”. Había tres batanes de una rueda cada uno sobre el río y el arroyo. Uno que “… está sin uso por no aver quien lo tome en renta…”, y los otros dos “que sólo están corrientes y se travaja en ellos como quatro meses al año por falta de agua”. Los percheros se encargaban de poner a secar las lanas colgándolas en perchas.
Nueve tundidores, que se dedicaban a cortar el pelo de los paños e igualarlos con la tijera. Once tejedores. Ciento doce fabricantes de paños. Sesenta y tres trajinantes. Tres mercaderes, que compran lanas para procesar y venden lanas y paños con los que traficar, no sólo en el pueblo sino también en “el Andalucía y otras provincias”. Treinta y un pelaires, cardadores que limpian y suavizan la lana con una tabla de una cuarta de ancha y media vara de larga, con unas púas de hierro largas y derechas, clavadas en ella, que se llama carda. También el escribano nos dice: “Que ai vecinos y havitantes en este pueblo que se exerzitan en la labranza de las tierras y en rozar otras por su mucha aspereza, como el tiempo restante en cardar en los obradores de los fabricantes de paños a que asisten las oras y dias desocupados... Que se emplean en esto, como cinco meses al año, deducidas las fiestas y demás estorvos. Que también assisten algunos de sus hijos y mugeres yndistintamente y muchas de corta hedad para escarmenar lana, ylar y devanar en los obradores para dichos fabricantes, consideran que ai como sesenta de estos últimos y ciento y cinquenta ylanderas, escarmenadoras setenta, y otros tantos devanadores... cada uno de los cardadores, entendiendose ocupados en esta lavor a que asisten, se regula ganan al día de los cinco meses que se ocupan... Y a los que se ocupan en el campo quando tienen que acer compensado el util y el jornal que gozan... Que esto dura como dos meses y no azen regulación de utilidad en las mugeres, muchachas y muchachos pequeños que de continuo se ocupan en las lavores menores de la fábrica, así por que no lo contiene la pregunta (sin duda por que su utilidad es despreciable) como por que tampoco abla de las mugeres que se mantienen de la lavor de sus manos…”.
Había también en la villa tres tintoreros y un sólo tinte donde se teñían los paños de lana en los “tinacos”. Todavía a mediados del siglo XIX perduraba el topónimo “El Tinte” en Laguna. Llegados a este punto, no puedo por menos que recordar lo que decía el “cura erudito de Cañas” en su ensayo sobre Laguna respecto a la riqueza industrial del pueblo, en un apunte que dice haber sacado del Archivo Municipal: “en 1733 hay en Laguna, 20 telares, 3 tintes, 3 batanes, 6 tableros de tundir y otras prensas”, y que concuerda bastante bien con los datos que estamos presentando, es decir, con el apogeo de la ganadería trashumante de merinas y el consiguiente esplendor económico de la villa como consecuencia de la fabricación de paños finos de lana.
Cinco prensadores, que trabajaban en las “tres prensas de fábricas de paños al fuego” que había en la villa. Estas prensas cobraban un papel importante en la producción textil de las fábricas de paños, contribuyendo significativamente a la calidad y acabado final de los tejidos fabricados en aquel entonces. El término "al fuego" se refería a que algunas de estas prensas podían estar ubicadas cerca de hornos o fogones para aplicar calor adicional al proceso de prensado, lo que ayudaba a fijar ciertos tintes o tratamientos químicos en los paños.
Dos alcabaleros. La alcabala era un impuesto del Antiguo Régimen que se cobraba por todo lo que se vendía, pagando el vendedor un tanto por ciento de toda la cantidad que importó la cosa vendida y que ingresaba en las arcas reales. En algunas provincias, ciudades y pueblos estaban arrendadas para su cobro por los alcabaleros.
Y con esto, vamos llegando al final. Hemos utilizado para las explicaciones de los diferentes empleos, las acepciones que aparecen en el “Diccionario de la Lengua Castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las frases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua”, publicado entre 1726 y 1739. Fue el primer diccionario de la lengua castellana editado por la Real Academia Española y es conocido popularmente como Diccionario de Autoridades. Con todo ello hemos dado unas pequeñas pinceladas con las que obtener una visión cuando menos curiosa, si bien parcial, del entramado social de los “... docientos y seis y medio vezinos y avitantes ynclusas las viudas, dos por uno, que havitan en sus casas propias y de renta de la población y otro que reside en la casa y bentta llamada de Codes dentro del término propio de esta villa…”. En total, algo menos de mil laguchin@s que moraban en las “...doscientas y ocho casas, las diez ynavitables y otras diez arruinadas según el juicio prudente y numeración que azen…” en la villa de Laguna, en el año 1751. El Catastro de Ensenada, sin duda, da para más, para mucho más, y por ello seguiremos escudriñando en él. De momento, hagamos un punto y aparte.