DESPOBLACIÓN-DESOLACIÓN
- SIGLO
XX EN LAGUNA DE CAMEROS -
El máximo apogeo poblacional durante la Edad Moderna, se produce en Laguna de
Cameros en el intervalo de tiempo que va entre la primera mitad
del siglo XVII y finales del XVIII. Esta cúspide demográfica va de
la mano de otro auge, este económico, auspiciado fundamentalmente
por el esplendor mesteño. La ganadería trashumante y su derivada
económica, la producción lanar, supuso para esta villa un
importante acicate que motivó un fuerte desarrollo económico.
Según los cuadernos de tazmías de la villa, los tintes comienzan en
Laguna antes de mediar el siglo XVII y finalizan en el último tercio
del siglo XVIII. Los libros de fábrica de la iglesia nos hablan de
que en 1733 había 20 telares, 3 tintes, 3 batanes, 6 tableros de
tundir y otras prensas. Ítem más, en esta época bajaban a
“estremos” alrededor de 13.000 cabezas de ganado lanar.
Por otro lado, el Catastro de Ensenada, realizado en la villa en
1751, nos habla de una población que sobrepasa en poco los mil
habitantes. Nos informa también, que había en Laguna dos molinos
harineros, tres batanes para desengrasar y enfurtir paños, un tinte
y tres prensas de paños al fuego. Todos estos datos se corresponden
con un desarrollo económico importante en la villa. Estos dos
factores, el económico y el poblacional van inexorablemente parejos.
Eran los momentos previos a la decadencia mesteña que se producirá
poco tiempo después y que culminará con la práctica desaparición
de la ganadería trashumante durante el primer tercio del siglo XIX.
El cambio del sistema productivo hacia otras formas de explotación
de la tierra basada en la roturación y la ganadería estante, había
comenzado.
Es pues en este último
periodo, en el que poco a poco y de manera paulatina pero inexorable,
se produce un lastimoso proceso de despoblación, paralelo a la
pérdida de poder de La Mesta y su ulterior desaparición. Pero el
fenómeno despoblacional seguirá imparable durante todo el siglo XX
y dentro de éste será su punto álgido, la década de los sesenta
de este siglo pasado.
Pues bien, vamos ha
estudiar en este post, siquiera someramente, ese descenso demográfico
de la población “laguchina” durante el pasado siglo XX y
comienzos del XXI. Y para ello, nada mejor que utilizar un gráfico
que nos detalle esta evolución y en el que se muestren los datos de
la población de derecho, es decir los residentes presentes en Laguna
en el momento de la realización del censo, más los ausentes en ese
mismo momento censal. A pesar de realizarse el estudio sobre el siglo
XX, hemos querido reflejar también unas cifras previas, referidas a
finales de siglo XIX, con objeto de mostrar el estado poblacional
anterior que nos servirá de referencia.
Como primera
aproximación, podemos observar en la gráfica, que desde 1900 hasta
hoy se produce un descenso paulatino de la población que culmina en
la situación actual, es decir, que de alrededor de unos 600
habitantes a comienzos del siglo, pasamos en 2015 a 125 personas
inscritas en el censo. Bien es cierto que este último dato es un
tanto ficticio, dado que todos conocemos que en Laguna durante la
mayor parte del año, no pernoctan hoy en día más allá de cincuenta
personas.
Pero sigamos con la
gráfica. Con excepción de un repunte poblacional en los años
cincuenta, quizás motivado por el desarrollo chacinero en la
localidad y que se ve frustrado una década más tarde cuando se
produce el “milagro económico español” que trajo entre
otras consecuencias un éxodo masivo del medio rural a las ciudades
mas industrializadas, se puede observar esa paulatina tendencia
demográfica descendente. Y dentro de esta tónica general, se
observa en la década de los años sesenta que se produce una
inflexión brusca en esta tendencia, como consecuencia de ese
“milagro económico” que posteriormente se ralentiza a
raíz de la crisis mundial del petroleo en la década de los 70. Pero
en cualquier caso, esta tendencia general descendente se ha mantenido
hasta nuestros días, de tal suerte que ha conseguido vaciar nuestros
pueblos al amparo de la desidia y apatía de nuestros gobernantes,
que lejos de implementar políticas de desarrollo económico-social
sostenible en las zonas más deprimidas demográfica y económicamente
de nuestro país, se han dedicado durante décadas a la
autocomplacencia basada en la rentabilidad inmediata de sus miopes
políticas cortoplacistas.
¿Qué nos deparará el
futuro más inmediato? Parece que la tendencia descendente es
imparable. Nuestros pueblos a corto plazo se han de convertir, sino
lo han hecho ya, en lugares de recreo vacacional o fin de semana,
pero la vida rural tal como la hemos conocido los que ya peinamos
algunas canas, nos tememos que tiene los días contados. Ya no
corretean las calles nuestros chiquillos, los jóvenes se han
marchado, sólo quedan ancianos... A no ser que nuestros servidores
públicos, sí, aquellos a los que pagamos con nuestros dineros, sean
capaces de apostar de una vez por todas por nuestros pueblos. Hoy más
que nunca, quizás tengamos una mínima oportunidad. Tenemos a un
máximo representante público que conoce esta problemática como
cualquiera de nosotros. Él es nacido en este medio rural. Y no sólo
debe conocer esta problemática, él tiene los medios y la obligación
de tratar de revertir esta situación. Imaginación, trabajo,
voluntad decidida y apoyo a cualesquiera iniciativa que pretenda
sacar de esta situación desoladora a nuestros Cameros. El reto está
ahí, presidente.
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